5.- Baño de «Y sis».

Mientras caminaba hacia su casa, Amanda intentó aclarar sus ideas tratando de ceñirse a la lógica y a los hechos, dejando de lado lo que pudiera sugerirle ese mundillo en el que le había tocado trabajar. Toda esa historia de empresas y financiación de partidos políticos no le gustaba nada, pero era su trabajo, así que decidió obviar sus propios sentimientos y tratar el asunto de una forma racional. Ya habría tiempo para intuiciones más tarde, si acaso.

Habían robado algo de un sitio. Ese algo era información, y ese sitio era la empresa de seguridad informática. La información no podía haber salido de ningún otro sitio. En principio, eran sospechosos todos los que tenían acceso a esos datos, lo cual incluía, de momento, a los cuatro trabajadores de la empresa, y a Ansúrez hijo. No convenía olvidar que el administrador de la empresa constructora también tenía esos datos. ¿Quién más? Ansúrez padre, probablemente. Y es posible que el personal de limpieza tuviera acceso a los ordenadores. Tendría que comprobarlo.

Parecía lógico comenzar por los cuatro empleados. Luis parecía majo, pero Amanda había aprendido a desconfiar de las apariencias. Además de él, estaban Marta, Cristina y Kevin. La primera era una chica muy joven y muy comprometida con el partido. Eso le había quedado claro en el poco tiempo que había estado con ella. Al contrario que Cristina, que parecía importarle bastante menos. Kevin no había ido ese día, así que aún no podía formarse una opinión.

Javier, por supuesto, estaba descartado. Había entrado en la empresa ese mismo día, y aunque a Amanda no le gustara nada, era imposible que tuviera algo que ver.

Analizándolo desde otro punto de vista, se preguntó por el motivo del robo. ¿Qué querían a cambio de información? ¿Dinero? ¿Jugarretas políticas? ¿Venganza? La información es poder. ¿Quería poder el ladrón, o buscaba vender ese poder?

¿Qué más? Amanda llegó a su casa pensando que, de momento, no tenía a dónde agarrarse. No había nadie, así que optó por darse un baño de «Y sis», que era su manera de llamar a lo que hacía cuando se sumergía en la bañera llena de espuma y sales aromáticas, cerraba los ojos, y dejaba volar su imaginación por todo lo que se le ocurría.

¿Y si no habían robado ninguna información? ¿Y si todo era mentira? ¿Tendría eso algún sentido? ¿Para qué iban a haberles contratado, entonces? ¿Y si Javier sabía algo más de lo que decía? ¿Y si no se lo habían contado todo? Eso le parecía evidente, pero… ¿qué más había en ese asunto?

Y aquello de la infidelidad… ¿Podría ser mentira? ¿Qué había detrás de aquel encargo? Si aquel hombre era infiel, no se limitaba a una sola amante. Aunque, vista la actitud de su supuesta mujer, Amanda no llamaría a eso «infidelidad». Era la relación que menos merecía ese nombre de todas las que había conocido. Carlos, o Alberto, o como se llamara, parecía completamente natural en el bar. Con la rubia parecía mucho más… amante infiel. Sí, sin duda.

El piso. El piso estaba alquilado. Y con una duración muy breve. ¿Y si no eran amantes? ¿Y si no era su esposa? Algo le decía a Amanda que estaba en lo cierto. Pero entonces, ¿por qué les habían encargado investigarlo? Y la actitud de la cliente cuando le dieron la información… ¿Qué fue aquello que dijo? «Me voy satisfecha con lo que me ha dado. No imagina lo útil que me va a resultar.» ¿Útil? Cuando lo oyó, pensó que de alguna forma planeaba chantajearle. Pero ya no lo tenía tan claro.

¿Para qué podía servir ese informe si realmente no era su esposo infiel? ¿Y si aquel caso no era realmente un caso? ¿Y si les habían engañado? ¿Para qué investigar algo inexistente? Una señal de alarma resonó en el interior de Amanda. Si los «Y sis» eran ciertos, había un informe que no tenía ni pies ni cabeza, y llevaba su firma.

Sin secarse la mano ni la oreja, llamó por teléfono a su superior.
— ¿Félix? Tenemos un problema. Alguien nos está tendiendo una trampa.

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