18.- El despertar.

Francisco sacó de su bolsillo el teléfono móvil bajo la mirada de fastidio de Carolina. Consultó la pantalla y sonrió, echando un vistazo a su alrededor. Se acercó a la mesa donde estaba la pareja tan peripuesta, y, ante su asombro, levantó la botella de champán que tenían e introdujo en la cubitera el teléfono, que dejó automáticamente de sonar. A continuación repuso la botella en su lugar, y volvió a su asiento, no sin antes besar de nuevo a Carolina, que sonreía complacida.

La mujer del gorro de punto sonreía disimuladamente.

◊ ◊ ◊

Aquella llamada de mi ‘ex’ no fue la última. Seguimos teniendo un hijo, y la comunicación es imprescindible. Pero sí fue la primera vez que no le permití descargar sus inseguridades sobre mí en forma de exabruptos.

Han pasado varios años de aquello. No diré que fue un camino de rosas, pero no hemos dejado de querernos ni un solo día, y así es todo mucho más fácil. Tal vez cuente esas pequeñas (y no tan pequeñas) pegas en otra ocasión.

A menudo quedamos con Amanda, y con quien toque ese fin de semana. Continúa como siempre, y solemos reír al recordar la forma en que nos conocimos. Ya quisieran tener su ‘curriculum’ los conquistadores que se estudian en los libros de historia…

He decidido escribir el inicio de nuestra historia común. Revisando lo escrito, sonrío al encontrar el embarazoso episodio aislado de priapismo, que a punto estuvo de separarnos. Me quedo con aquel mensaje que concluía «Esta mañana desperté, y seguías existiendo». Acaso suene cursi, pero ésa es exactamente la sensación que persiste mañana tras mañana, la de estar viviendo en un sueño, y que todo es demasiado perfecto para ser verdad, y en cualquier momento sonará el despertador de la realidad para decirme que no es cierto, que Carolina es sólo un invento de mi subconsciente.

Pero no es así. Me giro en la cama y la veo, durmiendo, con esa respiración acompasada y tranquila que indica que no pasa nada, que todo es real, y que por muchos días que pasen, nuestro amor permanecerá.

Puedo asegurar que conocerla es lo mejor que me ha ocurrido en la vida. Se me ocurrió hacerle un pequeño obsequio, y ésa es la razón de haber escrito esta historia, la nuestra. Sé que le agradará recordarla con todos los detalles, y vernos convertidos en personajes de ficción. Me parece un regalo original, y el tiempo empleado en la redacción quedará compensado con creces cuando lo lea.

Porque la quiero. La amo. Y nada más importa.

FIN

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