13.- ¿Que has hecho qué?

Tras releer el mensaje de «la bucanera» y analizarlo de todas las maneras posibles, Francisco decidió posponer la respuesta para después de cenar. No estaba acostumbrado a recibir mensajes así, y prefería no precipitarse.

Me siento muy honrado por lo que dices de mi ‘blog’. Hago lo que puedo para que resulte interesante, y soy el primero en disfrutarlo. En cuanto a quedar, me encantaría, pero no has llegado en buen momento. Como dices en tu mensaje, tal vez otro día…

Estuvo a punto de pulsar el botón de enviar mensaje, pero entonces pensó «Sólo amigos, ¿eh?», y modificó el texto antes de enviarlo.

Me siento muy honrado por lo que dices de mi ‘blog’. Hago lo que puedo para que resulte interesante, y soy el primero en disfrutarlo. En cuanto a quedar, no tengo ningún inconveniente, pero hasta el fin de semana no puedo. Supongo que el sábado por la tarde estaría bien. Si puedes, dime tú la hora y el sitio, o propón otro día.

Se fue a dormir con sentimientos enfrentados.

La semana no pasó tan rápida como les hubiera gustado. Francisco no había recibido respuesta, y Carolina había quedado con Amanda para el viernes por la noche. Primero tomarían un café tranquilo (o una infusión, si Amanda no había cambiado), y después bailarían durante horas en los sitios más locos de la ciudad, como en los viejos tiempos.

Amanda no había cambiado, y tomó una infusión de regaliz. Carolina pidió otra, con la sonrisa en la boca.
— ¡Me alegro de que te divorciaras! Aquel tío era un impresentable. ¿Cómo fue?
— Lo pasé bastante mal, pero ya está olvidado, por suerte.
— Tenías que haberme llamado.
— ¿Y qué habrías hecho desde Zaragoza? Además, tú estabas con…
— ¡Ni me lo nombres! Nosotros también terminamos como el Rosario de la Aurora.
— Me alegro. Sabes que nunca me gustó.
— El tiempo te dio la razón.
— ¿Y ahora qué? ¿No estás con nadie?
— Con nadie en particular. Acabo de volver a Valladolid, ya lo sabes, y antes de tirar de agenda prefería quedar contigo. ¿Y tú? No me digas que no tienes por ahí a nadie especial…

Carolina le contó sus citas con Francisco, y aunque intentó callar el detalle del priapismo, acabó contándoselo también. Al fin y al cabo, eran amigas, y ésa era una de las razones por las que habían terminado distanciándose. Las carcajadas de Amanda llenaron la pequeña cafetería, hasta el punto de que todos se la quedaron mirando.
— ¡Vaya con mi Carolina! ¡Qué poderío! ¿Y luego qué? ¿Le ha vuelto a pasar? ¡Lo que yo daría por alguien con ese…! ¿Lo llamaste «problema»?
— Pues no le he dado opción a repetirlo.

Terminó de relatar la historia, con los últimos mensajes que se habían cruzado. Ya habían salido de la cafetería, y habían ido a un lugar donde el volumen de la música estaba mucho más alto, por lo que les costaba entenderse.
— Pero vamos a ver, ¿a ti te gusta?
— Pues claro que me gusta.
— Entonces… no te comprendo. ¿Por unas cuantas llamadas de su ex y un problema que parece una bendición, has dejado que se vaya?
— Lo cierto es que en su momento lo tenía muy claro, aunque ahora ya no tanto. No esperaba que respondiera así. Pretendía tener un tiempo para que reaccionara frente a su ex, y para averiguar si lo otro le volvía a ocurrir.

Pidieron dos copas, y se las tomaron en la barra.
— ¿Y ahora qué? No me creo que te hayas quedado sin hacer nada, esperando a que llegue otra y se te adelante…
— Bueno; nada, nada…
— ¿Qué has hecho?
— Le mandé un mensaje haciéndome pasar por otra, y pidiéndole una cita.
— ¿Que has hecho qué?

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