45.- Aquelarre.

Serafín y yo estábamos llegando al hotel cuando nos adelantó una mujer como una exhalación. A esas horas de la noche no era muy habitual ver señoras así por la calle. Me fijé mejor y constaté que poseía una prominente nariz aguileña con verruga incluida, de la que salía un manojito de pelos muy poco favorecedor.

Entró en nuestro hotel, a una velocidad que parecía un vuelo rasante. Nos miramos extrañados, y entramos nosotros también. Para nuestra sorpresa, la recepción del hotel se había llenado de mujeres con un aire muy similar al de aquella que nos acababa de adelantar. Se reían sonoramente mostrando sus dentaduras incompletas.

Habíanse dispuesto formando un círculo en torno a una de ellas que realmente parecía estar como una cabra. Entre su ropa, los movimientos que hacía, y su aspecto general, podría perfectamente estar poseída por alguna sustancia prohibida.

Las esquivamos como pudimos y llegamos al mostrador de recepción, donde preguntamos al encargado de darnos las llaves de nuestras habitaciones.
— Vienen a una especie de congreso de suegras.
— ¿Suegras?
— Yo no sé nada más, pero a la vista del panorama, se me están quitando las ganas de casarme…

Ya puestos en antecedentes, pudimos entender algunas frases sueltas que llegaban a nuestros oídos.
— ¡Tenemos que conseguir de una vez por todas acabar con nuestra mala fama, aunque nos la merezcamos!
— ¡Estoy deseando oír la ponencia de «Tirar la piedra y esconder la mano», con las últimas técnicas por Internet!
— Habría que centrar los esfuerzos en el papel de la suegra de yerno. La suegra de nuera está muy por delante, salvo contadas excepciones…
— Y ahora, con tanto divorcio, ¿qué pasa con las ex-suegras?
— Pues yo no entiendo por qué no podemos hacer un congreso en común con los suegros…
— Hay que recoger firmas para que se nos deje de llamar «madres políticas». ¡Tal adjetivo es denigrante!

Serafín y yo nos miramos espantados, y echamos a correr escaleras arriba. No respiramos tranquilos hasta tener la puerta de nuestra habitación cerrada con llave. Consulté el papelito de Juan Sin Miedo: Penterafobia. Me fui a dormir intranquilo. El gato negro que había en la ventana no me ayudó.

Soñé con mi ex-suegra, y reconozco que no era para tanto. Éstas de aquí eran mucho peores. Y estaban organizadas. Espero que no se me enfade ninguna suegra al leer esto; yo cuento lo que vi…

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