6.- Primeras impresiones.

Cuando se dio cuenta del azoramiento de Francisco por culpa de la llamada en el móvil, Carolina no quiso alargar más la despedida. Al perderla de vista, descolgó.
— ¡Ya era hora!
— Perdona, no podía cogerlo antes…
— ¿Se puede saber dónde están las zapatillas blancas de tu hijo?
— ¿Que dónde…? Espera a ver… Estaban en una bolsa, en su maleta. Estoy seguro.
— Pues aquí no están. ¡La maleta ya está vacía, y no estaban!
— Pues no sé…
— ¡Eso es lo malo! ¡Que nunca sabes nada! ¡Pues las necesita para mañana!
— Estoy seguro de que estaban ahí. Si no las encuentra, que se ponga otra cosa… No se va a hundir el mundo por unas zapatillas.
— ¡Claro! ¡No importa! ¡Si por ti fuera, todo daría igual…! ¡Eres un irresponsable!

Y colgó. No, no colgó Francisco, fue su ex la que lo hizo. A él le vino a la mente la imagen de un mejillón cerrándose para no aguantarla. Aunque procuraba que esas salidas de tono no le afectaran, no le resultaban nada agradables. Si Francisco fuera una úlcera, elegiría sin dudarlo el estómago de su ex para instalarse: Seguro que reunía las condiciones óptimas. En esta ocasión, sin embargo, el recuerdo de su reciente encuentro con Carolina hizo que olvidara la llamada casi al instante.

Volvió a casa y buscó las zapatillas blancas de su hijo. Como era de esperar, no las encontró. Con lo descuidado que era Pablo, igual a esas alturas ya eran grises. O negras. O sandalias.

A la mañana siguiente, su primer pensamiento fue para Carolina. En eso coincidió con el último de la noche anterior. Esa chica le había gustado, y no era sólo por la cantidad de cosas en las que coincidían. Tenía algo que le hacía sentirse muy a gusto con ella.

Revisó el correo electrónico, y tenía un mensaje suyo:

Hola Francisco.
He dormido genial, y se me pasó la tarde volando… Eso quiere decir que la compañía merecía la pena. Me ha encantado conocerte. Realmente eres una caja de sorpresas… Me lo pasé francamente bien, has hecho muy fácil este primer encuentro… Bueno, ¿y a ti qué te ha parecido? ¿Cuáles fueron tus primeras impresiones…? Ya sabes la máxima: No estás obligado a contestar.
Estamos en contacto. Un saludo.

Francisco leyó el mensaje tres veces. No esperaba que le preguntara eso. Él nunca lo habría hecho. Ahora no le quedaba más remedio que contestar. Pero… ¿qué podía decir? Lo pensó unos instantes, y decidió que no tenía nada que perder, y que le apetecía ser sincero. Buscó las palabras que mejor describían esas primeras impresiones y… las escribió. Sospechando que si se lo replanteaba no enviaría el mensaje, revisó rápidamente la redacción y pulsó el botón de «Enviar» casi con los ojos cerrados.

Si alguien hubiera visto a Carolina en el momento de leerlo, se habría preguntado qué tenía más abierto, si los ojos o la boca.

Así que quieres saber mis primeras impresiones… En contra de mi primera intención, te lo voy a decir, y además de dos formas.

CON MUCHAS PALABRAS.
Creo que te he soñado. Me explicaré. Si alguien me diera carta blanca para decir qué características tendría que tener la chica que me gustaría conocer, diría que preferiría que fuera inteligente, atractiva, culta, buena persona, con una situación familiar similar a la mía, independiente, tolerante, que le gustara llevar la iniciativa, sensata, divertida, interesante y, puestos a pedir, morena.

¡¡¡ Y vas y apareces !!! Y encima has sido tú, que no he tenido que buscarte… Mis primeras impresiones son de incredulidad, y el típico dilema irresoluble de si habré tenido una inmensa suerte, o si fue el destino quien me llevó a tener ése ‘blog’ para que me encontraras allí.

La forma de conocernos ha sido de película, coincidimos en un montón de cosas, y creo que congeniamos bastante bien. No sé qué más decir… Esta mañana desperté, y seguías existiendo.

CON POCAS PALABRAS.
Me encantas.

Hasta pronto…

Aunque no sabían lo que le pasaba, Mercedes y Pablo estuvieron dos días riéndose de la cara que se le quedó a su madre. También ignoraban que había contestado al mensaje.