30.- El abominable hombre de las Nieves.

Aún sonriente por las ocurrencias de Donato, me entró una duda que decidí aclarar.
— ¿Donato es tu verdadero nombre? Es que tengo una amiga que no se lo va a creer…
— Pues lo cierto es que no, aunque no puedo entender cómo lo has sabido. En realidad me llamo Macías.
— ¿Macías? No lo había oído nunca…
— Bueno, no es muy común. Muchos lo confunden con «Matías», pero no tiene nada que ver…
— ¿Y qué tiene de malo para que uses «Donato»?
— Lo malo no es el nombre, sino su unión con los apellidos. Verás, procedo de dos ilustres familias catalanas. Mi padre se apellida «Mas», como el político. El apellido de mi madre es «Gracia». De forma que en mi carnet de identidad pone «Macías Mas Gracia». Por mucho que me guste hacer reír, ¿crees que puedo llamarme así?

Intentando contener la risa sin conseguirlo, le respondí.
— Tienes el nombre perfecto, aunque entiendo lo de Donato. Nadie creerá que te llames así.
— Cambiando de tema, me han dicho mis amigos que te gustan las historias de gente curiosa…
— Pues sí, parece que se va corriendo la voz…
— Una vez conocí a un tipo al que llamaban «El Yeti».
— ¿Y eso? ¿Era grande y peludo?
— No, que va. Bueno, un poco sí, y tenía una sola ceja muy poblada sobre ambos ojos, pero la razón de su apodo era bien distinta.
— Si no era por su físico, no puedo imaginar…
— Este chico era resultón. Tenía facilidad para ligar, a pesar de encajar en el perfil del «macho español». Ya ves, no conseguí aprender nada de él… En fin, que me disperso. Sus amigos no lo podíamos entender, pero a las chicas de su pueblo les hacían los ojos chiribitas. Bebían los vientos por él, como se suele decir.
— ¿Y por qué no lo podíais entender?
— Verás, aparte de su físico, era una persona bastante… desagradable. Una cosa era ser amigo suyo, y otra muy distinta, convivir con él. Me hubiera resultado… aborrecible. De hecho, de ahí viene parte de su apodo: Nos parecía abominable. Aunque las chicas no lo vieran así.
— Los gustos femeninos siempre serán un misterio para mí. Entiendo lo de «abominable». Nunca me han gustado los apodos, pero… ¿y lo de «las nieves»?
— Es que la patrona de nuestro pueblo es la Virgen de las Nieves, y casi todas las chicas se llamaban así, Nieves. Incluida su abuela, su madre, y su hermana. Cuando mi amigo ligaba con una chica y se enteraba de que se llamaba Nieves, enseguida lo dejaba. No quería saber nada. Le recordaba demasiado a su familia… En fin, eso sería muy largo de contar. Pero las chicas del pueblo estaban desoladas.
— ¿Y qué pasó?
— Al final encontró a alguien que le gustó. Su hermana mayor se llamaba Nieves, de modo que ella se tenía que llamar de otra forma. Y así era, en efecto. Acabaron juntos, se casaron, y se fueron del pueblo. No volví a saber de él. Pero hay algo más. Fui su testigo en la boda, y cuando entramos a la sacristía, para firmar, mi amigo se llevó el mayor chasco de su vida.
— ¿Y eso?
— El segundo nombre de su esposa era Nieves, algo que le ocultó a propósito. Sólo le había dicho el primero: Blanca. Mi amigo descubrió que se había casado con Blanca Nieves.

Aún ignoro si Donato (Macías) me tomó el pelo con aquella historia, o si todo fue verdad. Sea como fuere, lo transcribo aquí por si os place leerla.

Anuncio publicitario